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1. Durabilidad: Los fregaderos de cocina están diseñados para un uso intensivo.
 Los fregaderos de cerámica, como los de porcelana vitrificada, son duros y lisos, pero relativamente frágiles. Pueden astillarse o agrietarse si se les cae una olla o sartén pesada. En cambio, los fregaderos de acero inoxidable o granito compuesto son resistentes a los impactos y más adecuados para el ambiente ajetreado de una cocina.
 2. Resistencia al calor y a las manchas
 Si bien la cerámica soporta bien el calor, es propensa a mancharse con café, cúrcuma o alimentos ácidos, a menos que esté perfectamente esmaltada. Además, los cambios bruscos de temperatura (choque térmico) pueden provocar microfisuras. El acero inoxidable y la arcilla refractaria (un tipo de cerámica utilizada en algunos fregaderos de cocina de alta gama) ofrecen un mejor rendimiento ante el estrés térmico y son menos propensos a mancharse.
 3. Mantenimiento e higiene
 La cerámica esmaltada no es porosa, lo que la hace higiénica. Sin embargo, las astillas o rayaduras pueden dejar al descubierto el material poroso subyacente, atrapando bacterias. Los fregaderos de acero inoxidable y de superficie sólida son más fáciles de limpiar, resistentes a los arañazos y no acumulan gérmenes con tanta facilidad.
 4. Peso e instalación
 Los fregaderos de cerámica son pesados y requieren muebles reforzados e instalación profesional. En las cocinas, donde son comunes las instalaciones bajo encimera o sobre encimera, los materiales más ligeros como el acero inoxidable ofrecen mayor flexibilidad y facilitan la instalación por parte del usuario.